«La fragilidad del neón» de Juan Laborda Barceló. Presentación

Dos propuestas se dieron cita para prender luces monumentales el pasado viernes 7 de marzo en Valencia. En un extremo de la ciudad, una multitud arracimada se dejaba iluminar bajo las exorbitantes leds que erigían formas palaciegas para engalanar calles y recibir las fiestas falleras; mientras otros, optamos por un enclave mucho menos concurrido, y no por ello menos iluminado.

UnknownLa fragilidad del neón, segunda novela de Juan Laborda Barceló, estuvo arropada con la calidez habitual que ofrece la librería Ramón Llull, una luz anaranjada que se tamizó, como si hubiera actuado la paleta de Vermeer, para crear una atmósfera tan inasible como envolvente.

La presentación llegó de la mano de la escritora Susana Fortes, su entusiasmo se extendió con la rapidez de la pólvora desde la primera frase. Comenzó con una semblanza –la novela es como una salsa bien proporcionada–  con los ingredientes en su justa medida, donde la alternancia de personajes reales y de ficción ligan hasta conseguir el estado más óptimo.

Destacó el trabajo de documentación del autor, el rigor histórico abarcado para narrar los años de la resistencia en la Guerra Civi española, los sesenta en Paris, el conflicto con Argelia, y en medio de la fragilidad política, añade el toque glamuroso que siempre deslumbra cuando nos acercamos al mundo del celuloide.

Laborda abandonó su discreta mirada y se contagió de Susana, participando ambos en un continuo trasiego de anécdotas reveladoras. Fueron alternando su turno, a la vez que se interrumpían en cada comentario para dar paso a los nuevos apuntes que su memoria registraba.

Prácticamente enmudecidos presenciamos toda la magnitud de la escena, protagonizada por los dos escritores que ejecutaron con maestría pinceladas que viajaban en el tiempo, adelante y atrás, deteniéndose en el mito, fetichismo, realidad, historia, como arrebatos de celebración de la simbiosis prodigiosa de cine y literatura.

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Hoy le he dado comienzo a la novela, en sus primeras veinte páginas ya se escucha el ritmo de la banda sonora, frases cortas, precisas, rápidas, cuidadas, una sucesión de fotogramas tan edificantes como el blanco y negro, la excelencia de la gran pantalla que siempre engancha al lector. Una tentación para no dejar de leerla.